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En la moda femenina no solo proliferan los acolchados en chaquetas puffer, que ahora se deconstruyen, sino que también adoptan otros usos. Hay que estar preparados para lo que venga y la premisa de que lo funcional es irrenunciable, sigue vigente
La moda, pocas ocasiones es ajena a la actualidad. Otra cosa es que a lo largo de la historia, muchas veces, haya servido para consensuar la discriminadora mirada social y masculina que convirtió a la mujer en fetiche durante décadas. Corsés, tacones de aguja, suplementos imposibles, siluetas pensadas para remodelar lo que no es, de ninguna manera; vertiginosos escotes que anunciaban el cuerpo femenino como lujurioso objeto de deseo de apariencia inalcanzable, pero alcanzable, cosa, al fin y al cabo. El siglo XXI trató de recuperar esa idea ampulosa de la mujer que caló fuerte antes de entrar de lleno en la década de 2010. Pero desde hace pocos años, la figura femenina comenzó a relajarse. No solo eso. La silueta más permisible y diáfana, también permitió pensar en la idea de confortabilidad como uso. Si es invierno y hace frío, hay que abrigarse. Punto final.
CLAVE:
Los guateados vuelven reinventándose, abrazando patrones difíciles y sugiriendo nuevos usos
Pero comenzábamos hablando de actualidad. ¿Qué tiene que ver con la actualidad la vuelta del puffer? La realidad es que llevamos tiempo en guerra, una guerra silenciosa que actúa en los datos, la censura, la imposición y opera además deslocalizada en lugares olvidados. Por ello es que de lo militar, que sigue marcando las pautas en el armario femenino, aunque actualmente sea más visible en el masculino, ahora se derive el uso de la guata o los tejidos acolchados propios de profesiones de rescate. Más lejos aún. Si la ocasión se tercia, no necesitamos saltar de la cama enrolladas en un edredón. La moda propone ya los vestidos-edredón o los abrigos-edredón, como hiciera hace poco más de una década Viktor & Rolf (Colección otoño/invierno 2005) que parecen haber servido claramente de inspiración a la casa Alexander McQueen. Si bien, la indumentaria acolchada de inspiración en el hogar, viene de más lejos. Hace prácticamente ocho décadas que Charles James crease en 1937 la chaqueta neumática inspirada en los edredones. Aunque es obvio que la teatralización propia de los holandeses, cuando la moda brillaba en la escenificación, bien merece una ovación al margen que de igual forma tendría que recaer en Rei Kawakubo de Comme Des Garçons, una de las mayores defensoras del uso de guata que influyó notablemente en su discípulo, Junya Watanabe, otro gran valedor en el diseño de acolchados para vestir el cuerpo, como lo atestiguan sus excelentes colecciones de otoño/invierno 2004 y más cercana en el tiempo, la lanzada para el otoño/invierno de 2009.
Por lo mismo, por esta sensación de que debemos estar preparados para lo que venga, la moda nos orienta hacia estilos más cómodos. De ahí, el ímpetu de todo lo deportivo y la proliferación también de prendas hasta ahora no acomodadas a lo acolchado. Vemos acolchados en pantalones, faldas, tops. Asimismo, la silueta se descompone. La deconstrucción es por otro lado, la base que marca, sin duda, la nueva tendencia, como hemos podido ver en un desafortunado Balenciaga, por mucho que les pese a algunos fashionistas. Por otra parte, los plumas de siluetas rigurosas que marcan cintura y se sustentan en un patronaje clásico, no son propios de esta época. Las sisas ahora están desencajadas o anuladas y poco importa si el resultado es poco favorecedor o estrafalario. Incluso cuando el énfasis recae en tejidos más delicados como el terciopelo propuesto en tonos llamativos o estampados de influencia oriental que endulzan la composición, la forma, nuevamente es generosa, despreocupada o exagerada. Son tiempos para vivir deprisa, sin mirar hacia atrás. Y en estos tiempos, la mujer no está dispuesta a renunciar a ser, para convertirse en lo que otros quieren que sea. La belleza, claramente, no estaba en la forma, sino precisamente, en ser.
